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9/17/2011

Vivo del viento

 Todos mis pensamientos “están en veremos”
¿Qué va a pasar? ¿Estás ahí? no te distingo,
no te veo …¡Cuánto lo siento!
Voy y vivo del silencio y no del bullicio
como suelen andar los caminantes sedientos
de agua y vida!

Y seguiré como los veranos, dando energía
al invierno, llenando la botella de versos
por la tierra de la paz y la esperanza.
Ay, esos días los he ido protegiendo, partiendo
de la hondura de la calle, en donde se pasea
la gente –alegres y solitarios– buscando
los kilos, hallando algo con qué merendar
la vida llena de equipaje vacío de ilusión.

De inocente eternidad mueren mis olas, allí
dentro del arrecife afilado, acariciando
la arena con la virtud de hierro, para saltar
la vida de nuevo; para respirar las sales
de los huesos en estos tiempos de silencio
y verdad.
 Todos mis sentimientos “están en remojo”
¿Por qué ha de ser eso? ¡Cuánto lo siento!
Pienso y logro decir y, al menos expreso,
lo muchísimo que detesto la distancia…

¡Y sigo! sigo colgada del viento, del dolor
que me ha de dejar manca o sin aliento
en el crucificado estar de mi memoria.

Y a nadie culpo, ni a nadie quiero abrazar
en lo hondo !tengo miedo!; ya esos tiempos
se disiparon en la asombrosa eternidad
del yo no sé…que me tiembla cual promesa.
Y seguiré, al menos, escribiendo, sin decir
mis alocadas riquezas, mis armonías tristes
durante mi inmortal silencio.

Y, mientras las fuerzas de mis constantes
oleadas crecen, mis emociones llenas
de sueños despiertan y, en mi estar espigado,
casi somnoliento, me reviven estos versos
y el amor.
© Derechos Reservados/USA
Prohibida la Reproducción total o parcial,
por cualquier medio, sin la autorización de la autora.

ISBN 1-933439-04-4

9/11/2011

Quédate aquí

Quédate aquí, mira los sitios
del otoño, percíbelos, son tuyos,
están en ti, viven en tu cuerpo
de oro, en los paisajes que han
ido agrandando tu paso y halando
contigo la vida... deleitándote
y avivando tu rostro de amor
y brisa.
Tus ojos contemplan el tiempo
de la aves, habitando filemente
en tu mirada el tibio nido de tiras,
pajas y mijo colgado del aire.

Habítate en tu propio abrigo
y no el de nadie; en las ramas
de un cedro apóyate, húrgate
los sentimientos hasta pelarlos;
de nada vale morir luego, bajo
el velo y la sombra o el desespero.

¡Inspírate como si fuese la última
o la primera vez!

© Derechos Reservados/USA
Prohibida la Reproducción total o parcial,
por cualquier medio, sin la autorización de la autora.
ISBN 1-933439-04-4