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4/16/2011

La despedida



Fuiste tú, tú entre la sombra,
quien dijo la última palabra:
palabra que rompió los huesos
y se escondió entre el cabello
y el bozal que amparó mi boca.

Tú y el cordel que haló la roca,
con los pies mojados de fango
dijeron los adioses cortos
a tantas bienvenidas largas
sobre las flores violetas y la luz.

Ahora, ahora se me ocurre,
que fueron lerdas esas fechas:
fechas que vivieron de los albores 
nuevos del alma, amor que cubrió
la piel y los labios de dulzura.


La dicha lenta afinó el cincel
con que mendigan los ávidos,
los hambrientos de sol y de caricias,
 los débiles de alma que amasan 
certezas en los hombros desnudos
de los pájaros.  

Mi pecho, saturado de emociones,
dio la última vuelta por el jardín
encantado, y por la vieja esquina
en donde ríen los tontos, los tontos
que no perciben el llanto interno,
la soledad friolenta de los dolores
amontonados en la acera.

Tú, como en mis sueños, persistes
en cantar nuevas quimeras bajo
el reto del ocaso, atesorando
un refugio, un repaso, un acuerdo
de estar presente -todos los días-
como un centinela trajeado de luz
y sombras; en cuerpo y alma
sobre mi altar de luces apagadas
y encendidas.

La despedida se me hizo enorme,
me condenó a vivir en tinieblas
desde ese día, en cautiverio de noche,
lejos del sendero aún tibio, apenado,
deshecho, inconsolablemente
paralizado, frío de no caminar
a tu lado, junto a ti, cerca de ti,
aquí…contigo, mi bien amado.


© Derecho de Autor María del Mar - 2009




YA NO SABRÍA

Ya no sabría jamás

cómo decir o escribir

las palabras mágicas:

“te amo” “te quiero”;

las únicas palabras

que no me deshojan

los huesos de olvido.

Dejé de nombrarlas,

cuidé de no llamarlas

por su propio nombre,

me negué articular

el más mínimo sonido

cuando el sol intentaba

despuntar sobre

mi hombro… –creo

he anulado su sentido

en la pequeñez tardía

y el dolor–.



© Derechos Reservados/USA
Prohibida la Reproducción total o parcial,
por cualquier medio, sin la autorización de la autora.

ISBN 1-933439-04-4

4/10/2011

Despertar a la vida



Despertar a la vida

Despertar es tomar consciencia
de uno mismo, es ser presencia
en donde haya ausencia de luz,
de posibilidades para ser
abordadas en la plenitud del alba.

Es despertar para vivir y recordar,
que la vida la cima de todo amado,
lo esperado y querido; es la cúspide
que renueva el cantar de hoy
y de todos los tiempos; la víspera
del silencio agrio que no se habrá
de escuchar nunca.

Mas hay que despertar ahora
mismo del pertinaz concierto
de voces frías, estranguladas
en el desierto de nuestras
dificultades y renuncias: voces
falsas y engreídas indiferentes
al temblor del hombre y la mujer
que vive del sueño honrado.

Despertar es esquivar los miedos
que han desequilibrado el conforte
de nuestras propias iniciativas
y reclamos, para cambiar lo dicho
y no asentir a lo que se habrá
de decir.

**Nota de la Autora**
Continuo el tema del despertar, pues he recibido muchos mensajes y creo que a ustedes le debo la sabiduría que llevo conmigo y que no se puede quedar dentro del alma. Despierten, pues, y vivan, vivan siempre en la presencia de Dios, de ustedes mismos, siempre teniendo en cuenta el caudal de vida que llevan dentro. Gracias por todos sus mensajes y que siempre permanezcan a la altura de sus normas y conforme a su propia posibilidad de ser libres y abiertos al don de la vida. Saludos por igual a todos mis amigos.


María del Mar, desde Cuba

Es preciso despertar


Un pensamiento

Es preciso despertar del sueño profundo en que hemos estado viviendo. Es importante despertar para tener un mañana feliz y lleno de luz, para abrir los ojos a un nuevo día que vendrá inundado de bien y de esperanza; para vivir con gratitud por el simple hecho de respirar, sentir y disfrutar de todo a nuestro alrededor.

Pero hay que despertar ahora mismo: sin miedos, sin pavor al pasado o aprensión al futuro. Hay que abrir los ojos para enterarnos de que existe el día cubriendo parte del universo con su manto de luz y de tinieblas en perfecta armonía girando en torno nuestro.

Despertar del sueño eterno de la fantasía arraigada en nuestra propia historia, es despertar al presente lleno de alicientes y planes por realizar. Despertar es olvidar nuestro rostro entristecido, sumido en un desvelo inquietante. Porque, al estar dormidos en la plenitud del tiempo, se desvió el cauce vertiginoso del río que huyó temeroso de nuestra propia sombra.

Pero hay que despertar ahora mismo de ese sueño escaso de ilusiones y planes no forjados por lo que nos ha tocado vivir. Hay que avivarse después del somnífero que ensombreció nuestros proyectos anidados desde siempre en la profundidad del alma; hay que despertar para no idealizar tan sólo en sueños, lo que no se hizo realidad después de una noche en vela: tiempo contemplativo y largo que se convirtió en prisionero de la oscuridad y fugitivo del día.

Mas hay que despertar de ese sueño eterno, rebelde, entrometido e incomprensible que desequilibra el candor y la virtud de la esperanza. Hay que despertar ahora mismo de la insensibilidad que acosa la impenetrable selva de nuestras inseguridades y egoísmos… —pero hay que despertar ahora antes que sea demasiado tarde—.

© Derecho de Autor María del Mar - 2009