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12/30/2010
12/26/2010
12/16/2010
Más cerca del alma
Ahora vivo
más cerca
del alma
y más lejos
del mundo;
modulando
mi paso,
y llenando
mi cesta
de higos
y frutos
arrancados
del texto
que crece
de evocarle.
De nada
vale verme
así: escolta
de las lunas,
culpando
a Dios
por su error
en mi alta
pretensión
de ser feliz
por siempre.
De qué sirve
ser aliento
—soplo
compungido—
si sólo crezco
de amarle.
Ahora vivo
lejos del cielo,
y más cerca
del campo,
junto al arroyo
salido del mar,
junto al arroyo
salido del mar,
lejos del olvido
que origina
una ola efusiva
de recordarle.
12/11/2010
Tu rostro apasionado
fue la dicha que un día
me acaricio de pronto,
en ese andar tumultuoso,
de corriente atropellada.
Apacible gozo;
de querer aprisionar
la inmortalidad del amor
con mis brazos abiertos,
fervientes de amar un día
con los ojos cerrados,
sin percibir ni ahondar
que no era mío tu rostro
apasionado.
12/09/2010
11/20/2010
Te busco, amor
Te busco
en las rendijas
de las calles,
en la siembra
siempre virgen,
en la quebrada
que desciende
y en el silencio
que me toca.
Te busco
en el suelo
que pisaste,
en la flor
que recogiste;
en el aire
que gozaste.
Si yo pudiera
cantar al amor
sería justo
cantarte,
cercarte al sol
por un instante,
reír y besarte.
Si yo pudiera
decirte,
hablar de todo
un poco –menos
de la tristeza–,
que sólo sirve
para rematar
los abrazos
que recorta
el tiempo…
Novencientas veces
he puesto flores
en tu tumba,
novecientas veces
en vez de llorar sonrío.
Reverencias vagas
sobre tu sepultura,
secuestros del corazón
expuestos al consumo
del aire.
Novecientas veces
he tirado al viento
las palabras,
y ese vano intento
me he valido.
Novecientas veces
Novecientas veces
sueño contigo
y novecientas veces
me arrepiento.
y novecientas veces
me arrepiento.
Río hondo
al hondo río
de ti,
por la bahía
de mis besos.
Loco
atrevimiento,
que late
dentro de mí
como un cauce
sin salida
o un borde
verde sin flor.
Ya no pecan
de afecto
el apacible
murmullo
de las horas,
ni se oculta
su morada
en mis labios
de amarte.
de amarte.
De tanto
desear
tus besos,
he quedado
sin lluvia
y sin fluido;
te has ido,
amor mío
de mi barca
ya a la deriva.
Entiendo
—Esa es la palabra me sabe
a nada—. Todo lo entiendo.
Siempre he entendido
y oído el signo de los astros
a través de esa palabra
cubierta de razonamiento.
No sé si es aceptar,
negar o darme por vencida,
al reconocer o conformarme
de las cosas.
Y al entrar a ese enorme
mundo misterioso y cruel,
no hago más que entender
que la vida es un festejo:
una infinita fiesta en donde
los justos no hacen más
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