Llevo la sangre del ocaso inscrita
en mis brazos, y el bulto del pesar
temblando junto a un barranco.
Traigo rayos de luz ligados a la patria,
como si fuesen jirones de mi ser
iluminando un faro de mar y plata.
Llevo los diluvios de silencio lijando
mi sendero alado; el frío del rocío
refresca –quizás– viejas palabras.
Tengo conmigo un manojo de orugas
entretejidas a mi espalda: un eco,
un verso sumergido al valle de la vida
entretejidas a mi espalda: un eco,
un verso sumergido al valle de la vida
y la memoria.
Traigo la vida a cuestas, todo lo mío
lo veo desde el río profundo
y mi equipaje; y no traslado nada
lo veo desde el río profundo
y mi equipaje; y no traslado nada
dentro de mi busto o mi talle...
Las horas me alzan, me llevan de lado
a lado, me sacuden, me estremecen
como las estaciones de pan y gloria,
portadoras de olvidos aniñados
a mi piel de mujer cobarde.
a mi piel de mujer cobarde.
Traigo conmigo una brújula, guiada
por las horas, un creyón marcado
de sol, la herencia del desvelo
pegada al credo y al amor dentro
de mí, junto a mi alma
como un suspiro en la sombra.
pegada al credo y al amor dentro
de mí, junto a mi alma
como un suspiro en la sombra.
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por cualquier medio sin la autorización del autora.
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