Bendigo su trigal,
su alba, su noche
llena de incienso
y huerto traspasado.
Hueso de su propio
hueso, fruto igual
a su fruto,
de la misma miga
de pan que brota
pálida y dormida
en el surco ebrio;
o como un beso
amoroso y tierno
que no se regala
o se espera nunca…
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