
Sale el sol y ¿qué pasa
  al otro día o mañana
  en las calles solitarias 
  de la Habana?
  Pasan los tranvías, sí, 
  pasan por mi senda 
  angosta la vida, 
  pasa el sonámbulo 
  por la puerta y silencia; 
  la tierra salta o se oculta 
sin dejar de ser huella, 
  en el sitio vacío y cruel 
  de los dioses.
  Nada se queda inmóvil 
ni la piedra que clava
  un joven en sus manos 
  mugrientas…
  Nada y todo inquieta 
 mi vista, mas se cuida una
  del murmullo de las calles; 
  mi sombra se enjaula 
  en la maleza, escuchando
  el ruido del mar invisible, 
  lento, súbito frente al reír
  discreto de mis pisadas.
  Despiertan y saludan 
  las margaritas de la tierra, 
  surge la garza de su nido 
  de plata y queda en vela;
  su dormir sobre el árbol 
  de seda brota y espera
  a que pasen las jornadas
  de hambre y perduren 
  los hijos de la esperanza.
  Alguien me pregunta 
  qué ha sido de mi danza
  y de todo lo mío por pasar, 
  del éxodo por regresar,
  del retorno o la vuelta 
  del otoño encapotado
  de mi noche; 
  del instante sin nombre,
  traspapelado en mi archivo
  sin luz, de tantos vestigios
  idos, de algún pedazo 
  de mi huyendo las calles 
  de la Habana.
            © Copyright/USA 
Prohibida la Reproducción total o parcial,
por cualquier medio, sin la autorización de la autora.
Prohibida la Reproducción total o parcial,
por cualquier medio, sin la autorización de la autora.
ISBN 1-933439-04-4

 
 
Excelente texto poético!
ResponderEliminarParabéns
Como siempre estremecedor, poético, y esperanzador...
ResponderEliminarun abrazo.
Maria,que bonito, me encanto tu poema.
ResponderEliminarUn abrazo,
Raul de Peraza desde Cuba